PHE08 - PAULA ANTA | Galeria Blanca Soto
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PHOTOESPAÑA 2008

Paula Anta - PALMEHUSET

26 junio - 26 julio 2008
Calle Alameda 18, Madrid

Palmehuset significa Casa de Palmeras en danés.

Este trabajo, que comenzó en Noruega, en el jardín botánico de Bergen, es un recorrido entre lo cálido y lo gélido, entre lo salvaje y lo estructurado, entre la libertad y el orden más minucioso. Pero también son imágenes que muestran el poder de adaptación, la convivencia y la supervivencia.

En mi trabajo, en el que muestro series de lugares, de vivencias o de intenciones, se repiten los esquemas de aquello en lo que se deposita la mirada. Palmehuset, son Casas de Palmeras en ciudades europeas, principalmente del Norte de Europa como Noruega, Dinamarca, Austria. Estos invernaderos ubicados dentro de jardines botánicos, normalmente olvidados, evocan tiempos pasados en los que se conservaban, como grandes joyas vivientes, especies de otros mundos muy lejanos. Toda gran familia entre los siglos XVIII y XIX poseía su Jardín de las Delicias como un lujo exótico. Siguiendo la línea en mi obra sobre el mundo del lujo, que tanto abarca, con sus connotaciones del pasado decadente, el jardín botánico se mantiene como una isla dentro de las urbes modernas con su ritmo frenético, sus humos de explotación y sus egoísmos.

 

En las casas de Palmeras también existe egoísmo, egoísmo por el espacio, por los colores, por las texturas de sus hojas, por la luz. La luz es, en estas parcelas, la que da la vida - igual que en la fotografía - a cada una de las especies que se empujan hacia lo ancho y hacia arriba, quizá para huir y volver a sus selvas de origen.

Las hojas se expanden y las flores se abren de manera brutal, casi agresiva, dentro de estas jaulas de cristal que las estructuran, las ordenan y las archivan. En realidad es esa lucha entre esa búsqueda de libertad, entre lo salvaje, entre lo caótico a lo que pertenecemos en contra de lo ordenado, la estructura de hierro que no nos deja salir de lo establecido, un límite ya dibujado, fuera del cual existe de nuevo el caos, el ritmo frenético y los humos. Y así la lucha se transforma apaciblemente en una convivencia, donde las tuberías se convierten en raíces y las hojas de nenúfares en fuentes. Los colores se funden todos en verdes y tierras y el óxido de los metales se envuelve en verdín. La estructura de hierro, que contiene esta orgía de vidas, se vuelve poco a poco orgánica pero sólo hacia sus interiores, sólo sus tripas respiran el oxigeno de las plantas, hacia fuera permanece inmóvil, fuerte, fría pero magnánima.

 

Quizá esta controversia no nos lleve a ningún sitio, como los pasillos que aparecen repetidos hacia ningún lugar. ¿Es la lucha por la lucha? La línea recta nos puede llevar al infinito, pero la curva nos puede perder entre jardineras y aguas estancadas.

 

Mi mirada en Palmehuset pretende mostrar que si hay lucha es por algo de lo que no se puede renunciar, por la supervivencia de nuestras creencias, por la libertad a la que estamos destinados, por la que sufrimos a veces pero de la cual tampoco podemos huir. Algunas especies con más fuerza, otras desde los suelos de tierra o de baldosas, pero todas crecen, se van desarrollando y crean formas pomposas llenas de lujuria como mostraba el Bosco en su Jardín de las Delicias.

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