PINTA LONDON
7 - 10 junio 2012
Earls Court Exhibition Centre, Londres
CREADORES PARTICIPANTES
Sergio Sotomayor
Paula Anta
Imanol Marrodán
José Luis Serzo
Jesús Zurita
Eduardo Chillida Belzunce
Eduardo Chillida Juantegui
Sergio Sotomayor
Su trabajo versa sobre la relación entre biología y tecnología, teorías de la evolución de la consciencia y los procesos cognitivos, así como los avances en la exploración del mundo subatómico, la inteligencia artificial y la expansión hacia nuevas dimensiones como el ciberespacio o la realidad virtual.
Paula Anta
L'architecture des arbres está compuesto por una serie de 4 fotografías realizadas a diferentes instalaciones elaboradas en distintos espacios del edificio de la Cité International de Paris. De esta manera, establezco, a través de ellas, un juego con elementos de la naturaleza y estructuras arquitectónicas, planteando así una escenografía donde, de manera sutil, como si del trazo de un dibujo se tratara, la naturaleza se introdujera en la estructura.
A través de la figura del árbol, de sus ramas irregulares - líneas informes y orgánicas - se penetra dentro de una arquitectura fría y distante. El árbol está, así mismo, manipulado, su forma se debe al conjunto que le rodea, que invade. De esta manera, naturaleza genera una convicción que contrasta con lo sólido de la estructura. Se establece entonces, una relación entre ellos, silenciosa, sutil, una incisión casi indolora.
Imanol Marrodán
La representación como la producción e interpretación del “conocimiento” de una realidad que no puede preexistir a su representación.
Después de estos últimos antecedentes que han influido, en estos últimos tiempos, tan poderosamente sobre el arte contemporáneo y más determinantemente sobre la pintura. Se pretende afirmar que su discurso como “sistema de representación” está agotado, relegándola a la marginación y al olvido; desplazándola, en aras de otros intereses y modas, de su función creativa así como de sus logros más relevantes en el pensamiento y el arte de vanguardia.
Mi propuesta es la libertad de negar la representación en sí misma, de la pintura; creando objetos o imágenes que oculten su significado.
En una “comunidad social”, aparentemente veraz, llena de “significados” donde los individuos estamos sometidos a estructuras que determinan Nuestro modo de vida, se produce un efecto paradójico: Esos mismos sistemas los inventamos nosotros y ahora se han convertido en estructuras independientes que el hombre ya no puede cambiar.
Reivindicar o intentar convertir un objeto-pintura en una “Irrepresentación” codificada puede ser una manera de resistirse y protegerse de dichos modos preestablecidos de “comunicación-representación”.
Proteger la intuición y el sentido común para percibir de nuevo, en un ritmo lento , sosegado, para volver a aprender a ver.
La pintura auténtica debe expresar la certeza de lo que se intuye y se siente sin conocer lo que es y sin embargo nos resulta tan real en ese instante; como un pequeño rayo de luz en la oscuridad de nuestra caverna.
José Luis Serzo
El sueño del rey (de la republica) narra la historia de un rey -anónimo- que de un tiempo a esta parte tiene sueños que le inquietan; en ellos él mismo se ve como un pastor, como un hombre libre en plena comunión con su ganado y con la naturaleza. Es así como nuestro protagonista se da cuenta de que realmente sueña con ser "otro", un "otro" mucho más fiel a si mismo, más auténtico, verdadero y libre. Nuestro rey sueña con ser dueño de su vida y su destino; sueña con liberarse de unas pesadas cadenas de oro, que aunque puedan aparentar una inmensa belleza, le privan de la suya interior.
El viejo rey rejuvenece en su sueño, recomponiendo su dolorido cuerpo entre los balidos de sus carneros. Aunque sigue manteniendo el mando – ya que guía a su rebaño lo mismo que el rey a sus súbditos –, el ser humano que descubre en la ensoñación se mueve impulsado por la tranquilidad de lo inmaterial, de lo elemental... Su techo es el raso y su lecho la propia tierra.
Jesús Zurita
La obra de Jesús Zurita espera contar con el espectador como compañero para un paseo por entornos y momentos en los que perderse es tan fácil como lógico.
Las vistas ofrecidas se someten a la luz de un sol cobarde, oculto, filtrado y multiplicado que borra nuestra sombra sobre el camino y nos desorienta dejándonos casi ciegos. Sabemos que hay un sol por su ardor, sabemos del terreno por los tropiezos y las agresiones de lo que nos espera en la ceguera; sabemos del paisaje por el miedo a lo que no podemos controlar, otredad absoluta que se curva para que volvamos una y otra vez.
Son obras técnicamente muy simples: tinta y pinceles viejos para plantear este paseo sin búsqueda pero lleno de encuentros. El blanco que es fondo de todas estas obras es la plenitud solar de todo aquello que nos rodea, revelándose parcialmente según los pasos que demos. Nunca pasaremos dos veces por el mismo sitio aunque siempre deambularemos en el mismo entorno. Y siempre nos encontraremos con fragmentos que inevitablemente convulsionarán en escenas.
Éstas escenas carecen de historia. Su tiempo es un presente continuo tan afilado como el de la asfixia. Debemos adaptarnos a ellas sin imposiciones ni prejuicios; participar de sus sombras y ecos para tropezar, pincharnos y desollar nos con su retorcida vegetación. Obligación y derecho de todo testigo, se nos muestran para observarlas pero sobre todo para recordarlas. Saltamos el hecho de comprender, de acotar un perímetro acomodaticio que no sirve de nada. Probamos a aprehender del modo más puro posible. Me refiero a situar estas escenas directamente en nuestra memoria, hogar en el que somos realmente. Donde podemos entender la vida y al que atendemos con cada respiración. Lugar donde el hecho es experiencia antes que magnitud. Sin juzgar. Porque en estas escenas, en estos entornos trazados por nuestro errático paso somos testigos de la necesidad y sus pompas. La desesperación sopla sobre todos, retorciendo árboles y quemándonos aún cobijados. Y la crueldad, repentinamente, queda justificada en estos páramos... “no hay más remedio” se talla en las rocas. Lo que es vital por supervivencia se funde con dentelladas sin hambre en algunas esquinas oscuras. Y sonrisas un poquito podridas. Los placeres, aún deformados en pellizcos retorcidos, se mantienen como el ritmo para nuestro pulso.
Eduardo Chillida Juantegui
(1924-2002)
Estudió arquitectura en la Universidad de Madrid de 1943 a 1946.
En 1947 abandonó la arquitectura por el arte, y al año siguiente se mudó a París, donde montó su primer estudio y comenzó a trabajar en yeso y arcilla. Nunca terminó su carrera y en su lugar comenzó a tomar clases privadas de arte. Vivió en París de 1948 a 50 y en Villaines-sous-Bois (Seine-et-Oise) de 1950 a 1955.
En 1950 Chillida se casó con Pilar Belzunce y luego regresó a la zona de San Sebastián, primero a la vecina localidad de Hernani y en 1959 a la ciudad de su nacimiento, donde permaneció.
Murió en su casa cerca de San Sebastián a la edad de 78 años.
Eduardo Chillida Belzunce
“Para mí, es lo mismo esculpir que pintar, lo que da la chispa a una cosa, da la chispa a la otra”
Así es como piensa el artista y como se expresa. Pero detrás de esa frase hay mucho en qué pensar.
Para Eduardo Chillida Belzunce, el arte es una vía de comunicación con el mundo. Y a través de ese camino encuentra distintas sendas que confluyen en su propósito, testimoniar su propio universo a los demás.
Así, cuando abarca la pintura, retrata el espacio, un espacio que no suele ser una reproducción precisa de la realidad que tiene ante sí, sino que es un ambiente manejado a su antojo. Transformado unas veces, real o imaginario en otras ocasiones. Pero un espacio que, invariablemente está abierto, presenta fugas hacia el exterior o hacia un interior más allá del lugar en que nos encontramos.
Esa visión particular que tiene de la pintura CHB está repleta de percepciones espaciales, escultóricas o arquitectónicas, donde apreciamos de continuo en el lienzo bidimensional, las tres dimensiones del espacio.
Las estancias nos invitan a entrar, recorrer ese mundo que nos muestra con sus innumerables objetos, transitar los pasillos, traspasar las puertas y asomarse a esas ventanas con maravillosas vistas al mar.